La Pontificia y el Museo de Arte de Ponce: mucho más que buenos vecinos
Cuando a finales del año pasado se renovó el acuerdo de colaboración entre la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico (PUCPR) y el Museo de Arte de Ponce (MAP) se revalidó también la certeza de que no solo es posible crear vínculos para trabajar por el bien común, sino de que se trata de algo vital e impostergable en tiempos como los que vivimos, especialmente cuando se trata de dos instituciones con génesis de alguna forma compartidas y con un protagonismo en la sociedad que sigue cauces que frecuentemente se cruzan.
–Hay que recordar la vinculación entre la Familia Ferré y el establecimiento de la Pontificia en 1948 –dice el doctor Jorge Iván Vélez Arocho, presidente de la PUCPR, durante una reciente entrevista en su oficina, junto a la arquitecta Alejandra Peña, directora ejecutiva del MAP–. Esos años previos son un momento complicado para Puerto Rico, desde el punto de vista económico y social, con mucha pobreza. Don Luis A. Ferré y sus hermanos ven la necesidad -junto con los obispos de San Juan y Ponce- de articular un proyecto de educación en dos áreas medulares: la necesidad de maestros, para el proceso de alfabetización, y de enfermeras, para atender el problema de salud. Si miramos el 2017, vemos que estas dos áreas siguen siendo esenciales para nuestro futuro.
El doctor Vélez Arocho agrega que este grupo de visionarios concibió la fundación de la PUCPR como una manera de enfrentar ese desafío, cuando ya existían la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras, desde 1903; el Recinto Universitario de Mayagüez, desde 1911; y la Universidad Interamericana, desde 1912.
–La creación de la Pontificia en Ponce tuvo un fuerte impacto regional –apunta el presidente de la PUCPR–. Don Luis A. Ferré era un empresario de avanzada, visionario y una persona profundamente marcada por el arte y la cultura, por lo que fue muy natural que en su acercamiento al proyecto de la universidad estuviera presente también la formación integral de los estudiantes y de la facultad y es por eso que a medida que se desarrolla la universidad, se desarrolla su proyecto vinculado al quehacer artístico y cultural.
Cuando la sede actual del MAP –en la acera de enfrente de la Pontificia– fue inaugurada en 1965, las razones para la sinergia entre ambas instituciones estaban establecidas desde al menos tres lustros antes, vinculación afincada no solo en intereses comunes, sino en un longevo afecto que comenzó a hacerse oficial con la llegada del doctor Vélez Arocho a la presidencia de la PUCPR en 2009, cuando la dirección ejecutiva del MAP estaba en manos del doctor Agustín Arteaga, mexicano, como lo es también su sucesora, la arquitecta Alejandra Peña.
–A partir del 2010 comenzamos con esta alianza que intenta poner al servicio de la otra entidad las fortalezas de la propia –explica el doctor Vélez Arocho–. Nosotros tenemos alrededor de diez mil estudiantes y la cercanía con el Museo representa para ellos una oportunidad extraordinaria. Por ejemplo, ellos pueden hacer ahí internados y pasantías, y disfrutar de sus exposiciones con solo mostrar su identificación. Las alianzas son exitosas solo cuando la confianza sirve de marco a todos los demás ingredientes. Como siempre sucede, esta alianza es un espacio para la conversación para saber cuáles son las necesidades de cada cual y ver la manera cómo el otro puede ayudar a llenarlas.
Aquel inicio de esta relación –recuerda el doctor Vélez Arocho– fue señalado por la apertura de los portones de la universidad que hasta entonces habían estado cerrados y por una caminata entre ambas sedes, como testimonio de que “el bien es posible”. Ese día él declaró de manera simbólica que “la Pontificia había ‘adquirido’ un museo”, a lo que el doctor Arteaga respondió con la aseveración de que “el Museo había adquirido, a su vez, una universidad”.
Vinculada al MAP desde al año 2012, la arquitecta Alejandra Peña destaca que “don Luis A. Ferré fue siempre una persona muy preocupada por el bienestar cultural de Puerto Rico, en especial de Ponce”.
–Él donó los terrenos para la construcción de la universidad y decidió erigir el Museo justo enfrente, como un mensaje de esta colaboración que el tiempo ha consolidado –dice ella-. Los retos que tenemos en el Museo son enormes, especialmente en el aspecto económico. Esto es un desafío inmenso para una institución como la nuestra, sin fines de lucro, en un país donde no hay una cultura filantrópica bien asentada. El Museo de Arte de Ponce no es una institución privada ni pertenece a una familia. Desde el inicio don Luis lo constituyó como una fundación, con una colección que pertenece al pueblo de Puerto Rico. A través de su historia este museo se ha convertido en un referente por su colección y por su edificio y hay que trabajar mucho por él. Alianzas como ésta, con la Pontificia Universidad de Puerto Rico, son vitales en ese esfuerzo en comunión.
En el marco de esta vecindad geográfica y filosófica, la PUCPR se ha embarcado en un proceso de transformación con un programa de infraestructura para apoyar esa relación y esa sinergia.
–Tenemos un proyecto cultural anclado a esta relación y que queremos desarrollar al máximo –apunta el doctor Vélez Arocho–. El viejo anfiteatro que teníamos de solo 370 butacas, se transformó en un teatro con capacidad para 710 espectadores y una acústica extraordinaria. Se hizo también una sala experimental de 150 butacas y ya se está reconstruyendo un edificio para que albergue nuestro departamento de música, a un bloque del Museo de Arte.
-Lo más importante de esta relación es como ambas instituciones nos beneficiamos –dice la arquitecta Peña–. Parte de nuestra labor es atraer al mayor número de personas posible, interesarlas, educarlas. Los estudiantes de la Pontificia tienen en nosotros un lugar de muchas oportunidades, no solo por las exposiciones y el resto de nuestro programa de actividades, sino también, por ejemplo, por nuestro laboratorio de conservación. En Puerto Rico no hay una escuela de restauración y nuestro laboratorio puede ser ese taller para que estudiantes de ciencias –de química, por ejemplo– de la Pontificia descubran otras áreas de especialización.
–Renovamos este acuerdo cada año para obligarnos a revisarlo frecuentemente, atemperarlo a las circunstancias y que siempre tenga pertinencia –finaliza el doctor Vélez Arocho.
En la foto superior, la Arq. Alejandra Peña, directora ejecutiva del Museo de Arte de Ponce, y el Dr. Jorge Iván Vélez Arocho, presidente de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico.
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