“La preparación que Jesús nos pide es desde dentro, espiritual”

Mensaje de Cuaresma de Mons. Félix Lázaro, Obispo de Ponce y Gran Canciller de la PUCPR

 

Cada año la Iglesia celebra el tiempo que se llama Cuaresma. Son cuarenta días de preparación para la fiesta de la Pascua, o la Resurrección del Señor.  Es como si nos estuviésemos preparando para la conmemoración de un evento importante y queremos que todo salga bien, que no falte ningún detalle, que todo esté nítido.  Pues bien, el evento que vamos a conmemorar es nada menos y nada más que la Resurrección de Jesucristo, algo que sucedió una sola vez y que no volverá a repetirse, porque nadie que no sea Dios es capaz de resucitar. Y algo que tuvo una trascendencia muy  grande, porque la Resurrección de Jesús significó la victoria sobre el pecado y sobre la muerte. Sobre el pecado, porque fue por causa de nuestros pecados que Cristo murió, para liberarnos de nuestros pecados, y sobre la muerte, porque la venció resucitando y ya no muere más.

Y no sólo resucitó Jesús, sino que con su resurrección mereció también la nuestra, de manera que todos resucitaremos con él.

Bien merece, por tanto que nos preparemos para conmemorar cada año este acontecimiento, que podemos catalogar de único e irrepetible: La resurrección de Jesús.

Pero la preparación que Jesús nos pide es, sobre todo, interior, desde dentro, espiritual.  Que nos dispongamos espiritualmente a la celebración de la gran fiesta, llevando una vida de acuerdo a las enseñanzas de Jesús, alejada del pecado, y acorde al Evangelio, al Evangelio de Jesús, no al evangelio acomodado a nuestra imagen y semejanza.  Que botemos nuestras injusticias, mentiras, perezas, egoísmos y lujurias, codicias y soberbias, y nos revistamos de las armas de la justicia, de la verdad, del amor, de la paz y de la gracia. Y para que no haya duda de que queremos resucitar con Jesús, nos abramos al hermano, nuestro prójimo.

Si estás de acuerdo, te invito a prepararnos durante la Cuaresma para la Fiesta de la Pascua, la fiesta de Jesús y la nuestra, pues Jesús nos propone morir al pecado, a cambio de resucitar a la nueva vida que Él nos da, vencedor del pecado y de la muerte, y como respuesta al amor que Dios nos tiene, cimentada en el amor a Dios y al hermano

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