Cinco claves para contemplar la Navidad
Lee las cinco claves que comparte el capellán Luis Enrique Fernández.
En pocos días celebraremos el misterio de la encarnación del hijo de Dios: la Navidad. Quiero compartir cinco claves para contemplar este misterio en la sintonía de Dios, con la Iglesia.
1º Contemplar el misterio de Dios en el niño Mesías
Todo comienza con el asombro. Aquel niño débil, carente, humanamente divino y divinamente humano, que ha nacido en el pesebre, es Dios. Ese asombro por la maravilla de Dios expresada en la ternura y en la carencia de aquel niño evoca un itinerario hacia el interior, hacia lo “que estaba dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío y más elevado que lo más sumo mío”[1].
Te invito a contemplar al niño Dios que se deja ver; está realmente cerca de ti, ahí donde estás, está dulcemente ahí. Con su amor roza levemente el corazón. La venida de Dios en la carne te explicará el misterioso y bienaventurado sentido de la trascendencia: que eres capaz de Dios, que Dios se hace humano, para que el ser humano llegue a Dios.
2° Contemplar al ser humano en el niño Dios
Al contemplar al niño Dios, en su humanidad débil, descubrirás que el camino para llegar a Dios es ‘ser humanos’. Por eso, el niño Mesías nos muestra el camino para vivir nuestra humanidad como Dios nos sueña desde la creación. Hemos sido creados para amar y solo el amor es el camino hacia la libertad.
Contempla al niño Dios y descubre el abrazo amoroso de Dios por la humanidad, pues Dios se hace carne y pone su morada entre nosotros (cf. Jn 1,14). Aprende a mirarte como Dios te mira: con cercanía, humildad y esperanza. Tu humanidad, aún rota, es condición de posibilidad para el encuentro con Dios y con los hermanos. Ámate como Dios te ama y respira, aún sigues siendo creado por Él.
3º Contemplar el proyecto de Dios desde el pesebre
La Navidad debe provocarnos, no calmarnos. Con la encarnación de Dios se produce un encuentro que causa incomodidad, insatisfacción, inquietud. Dios sale al encuentro de la humanidad, se dona, se vacía, se ofrece. Ese encuentro se realiza en la Navidad. Podemos decir que la Navidad es el “hoy” de Dios. Pero es un “hoy” que echa sus raíces en un mañana inagotable. La encarnación de Dios en la historia nos revela el cielo que Dios nos ha prometido y nos recuerda que hemos sido creados para la salvación, para el cielo.
Al contemplar al niño Mesías descubrirás que, en Dios, el hoy nos abre siempre al ‘mañana’ definitivo: el cielo. Sentirás que tu patria, tu tierra, tu historia, te dejan siempre inquieto y te ponen en camino. La capacidad de trascender no tiene límites en el tiempo, sino que se abre hasta la eternidad. El niño Mesías nos recuerda que vivimos en la historia con la inquietud constante de que en ninguna parte nos sentimos enteramente en casa. Porque la encarnación de Dios nos recuerda el cielo prometido: la casa definitiva que Dios nos ha preparado desde la eternidad.
4º Contemplar tu identidad de ser humano en el niño del pesebre
¿Qué es el ser humano? La pregunta por el hombre, desde una perspectiva antropológica, nunca tendrá una respuesta última. El ser humano es un misterio. Para hablar del hombre hay que hablar de lo que el hombre no es, es decir, Dios. Por eso, en la Navidad se define al ser humano: la definición del hombre es la indefinición.
Cuando contemples al niño Dios recuerda que eres un misterio. Que la esencia de tu existencia no puede definirse, no puede agotarse. Por más que nos sirvamos de conceptos, juicios, modos de pensar, nada de eso podrá agotar lo que eres. Solamente cuando contemplas al niño Dios puedes descubrir quién eres. Al mirar fijamente sus ojos frágiles de recién nacido, mírate y descúbrete a ti mismo: eres hijo de Dios en el Hijo.
5º Contempla lo que Dios dice en la Navidad
Decía un teólogo del siglo pasado que Jesús es la gramática de Dios. En otras palabras, Jesús es el modo humano en que Dios le dice a la humanidad “te amo”, con labios humanos. Con la encarnación del Hijo, esta gramática se convierte en lenguaje, es decir, en Palabra. El niño Mesías es Palabra dicha, hablada, pronunciada, y con el niño nacido en el misterio de la Navidad, a Dios no le quedan más palabras.
El niño Mesías, sin poder hablar, lo dice todo. Es la Palabra definitiva de Dios al mundo. Contempla la escena del pesebre y descubrirás que la Palabra definitiva de Dios por el mundo es el amor. Siéntete amado por Él y descubre cómo ese amor que irradia la Navidad se vuelve oportunidad para empezar de nuevo con Dios y con los hermanos.
Que estos días de Navidad sean días de profunda contemplación. Feliz Navidad.
[1] Confesiones de San Agustín III, 6, 11.